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¿Cara o cruz?



“Match Point” muestra hasta que punto puede influir la suerte en nuestras vidas. Hace ver cómo nuestra existencia puede cambiar, por mucho que se planifique, con un simple golpe de suerte. El azar es el eje vertebrador de toda esta historia, en la que Woody Allen deja ver en cada momento y en cada detalle del film que la suerte ha sido la encargada de que todo esté tal y como está.

Todo comienza cuando un joven excampeón de tenis entra en contacto con la élite londinense y, rodeado por la buena sociedad, con empleo fijo y un nivel de vida asegurado, hace todo lo posible por mantener su estatus social. El brillante proyecto de Woody Allen asemeja metafóricamente la vida con una partida de tenis, sin más. Donde ganar o perder depende de si la pelota roza -o no- la red, sin más. El excelente director y guionista de este denominado cine de autor cuestiona de este modo la suerte, definiéndola como una delgada línea que separa la victoria de la derrota en un simple partido de tenis. O lo que es lo mismo, separa el éxito del fracaso en la partida de la vida. La historia va adquiriendo un tono cada vez más dramático, donde el joven protagonista se debate entre dos mujeres hasta encerrarse en un callejón del que sólo podrá salir tomando decisiones drásticas y desesperadas. Y mientras tanto, la suerte aparece siempre fondo, como una constante que no deja claro de parte de quien estará durante su partida. El guión aquí juega un papel fundamental, pues consigue que el espectador empatize con todos los personajes.
Woody Allen, a pesar de cambiar de un modo radical el enfoque de sus obras, sigue cubriendo sus características que personalizan todas sus obras. Aprovecha la ascensión social del joven tenista para reflexionar acerca de sus temas habituales, que pueblan todas sus producciones. Estos son, por ejemplo, la pareja, la infidelidad, la muerte o el sentimiento de culpa. Match Point, a pesar de las críticas negativas que recibe, es una de las joyas de este director, heredera de sus formas y temas propios del mismo. Eso si, como innovación introduce cambios que refrescan su estilo, lo cual le viene bien tras treinta y cuatro películas, escritas a una velocidad de film por año. Entre ellos destaca el cambio radical de escenario, pasando de Nueva York (ciudad a la que nos tenia acostumbrados) a Londres. Rompe su fidelidad al jazz, abandonándolo por una selección de temas de ópera que resaltan el carácter trágico de la película. Además, el no interviene en su película como protagonista, cediendo los papeles a Scarlett Johansson y Jonathan Rhys Meyers, protagonistas principales. El reparto con el que cuenta la película es inmejorable. De nacionalidad anglosajona en su mayoría, representan el ambiente y las figuras de las altas clases inglesas. Entre ellos, destaca el papel de la joven Scarlett Johansson, quien representa a la perfección a la típica amante desquiciada e histérica. Mezcla de misterio, vulgaridad y calidez que se esconden bajo una belleza clásica, una mujer fatal.
Escenarios, fotografía y planos inmejorables. Los actores encajan con los personajes hasta el punto de crear unos diálogos cuyas palabras y silencios sugieren mucho más de lo que cuentan a simple vista. Esconden un trasfondo que, al igual que el hilo narrativo de la película, se mantiene oculto pero perenne bajo el guión principal.
No hace falta conocer mucho acerca del autor para comprender las relaciones que existen entre esta película y otras de su filmografía. Por un lado, este film nos remite automáticamente a “Delitos y faltas”, otra obra maestra donde también hay una ex-amante que amenaza con alterar la equilibrada vida personal y social del protagonista. De igual modo se viene a la cabeza la película “Misterioso asesinato en Matan”, por sus toques de cine clásico policiaco y de misterio.

Durante la película, el protagonista se reencuentra con un joven amigo, que hace de terapeuta para que el joven se desahogue. Es un recurso muy común, pero acertado, para conseguir que el protagonista saque sus pensamientos y sus dudas internas, como si estuviera hablando con su ‘yo interior’, con su propia conciencia. Con él se debate el dejar todo lo que posee por amor, reflexión que siempre sale de un modo u otro en las obras de Woody Allen.

La metáfora de la partida de tenis se ve reflejada a lo largo de las dos horas de película. Éste es uno de los mensajes principales que se pretenden transmitir: el por qué inexplicable de que la suerte vaya siempre para el mismo jugador. El protagonista de la película, pese a todas las peripecias que hace, siempre va acompañado de esa suerte que lo rescata de todas las situaciones que le ‘tuercen’ la vida. Esto hecha por tierra todo el sacrificio, el esfuerzo o el trabajo que uno emplea para llegar a conseguir lo que desea, para ser lo que siempre ha aspirado a ser. Es algo que se escapa de la voluntad de la persona. Y esta reflexión es aplicable a nuestra vida personal, del mismo modo que muchas personas se podrían identificar además con el protagonista en tanto a su actitud de conformismo, de aceptación de la realidad por simple comodidad. El papel de Rhys Meyers muestra como el ser humano es capaz de aceptar la realidad que rechaza y de la que realmente desea escapar, por causas tan vacías el conservar los valores materiales –como es el caso de la película- o por miedo a enfrentarse a otra realidad.

Los detractores de Woody Allen no podrán hacer sombra a semejante obra que, además de tener una producción y guión excelentes, invita a la reflexión y profundiza en valores que estan presentes en nuestro día a día.

2 comentarios:

  1. me encanta Woody Allen.... las e visto casi todas.....me quedo con misterioso asesinato en manhatan y coje el dinero y corre

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  2. Woody tiene una extraña obsesión con los asesinatos como algo que le podría pasar a cualquiera cerca. El caso es que consigue plantear una sensación nueva con eso.

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