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Cuando el cine se hace tedio




Me sorprende ver las buenas críticas que recibe la última película de Johny Deep y Michael Mann, "Enemigos públicos". Todos los críticos hablan de su buena puesta en escena, su forma de revivir 1933 como si estuviésemos inmersos en dicha época, el impresionante papel que realiza su protagonista...

Deep encarna a John Dillinger, famoso atracador de la época de la Gran Depresión en los Estados Unidos que se convirtió en una especie de héroe de la población robando bancos como el que se come un yogurt. La caracterización del protagonista con su homólogo real es tremenda. Sólo hay que entrar en la famosa wikipedia y observar su foto para estremecerse del tremendo parecido que hay entre ellos. La historia que nos intenta contar Mann tampoco desmerece. Intereses políticos, medios de comunicación ensalzando a los atracadores, mecanismos policiales predecesores del mismísimo CSI de Grissom...

¿Donde está el problema de esta película? Principalmente, el mayor error es su monumental lentitud. El film se hace en algunos tramos tan lento y tan tedioso que hace desesperarse al espectador y le produce un deseo casi irrefrenable de salir corriendo de la sala del cine y ver un capítulo de "Física o Química" o sin "Tetas no hay paráiso" para contrarrestar una trama tan densa.


El segundo, uno de los grandes problemas de la historia del cine. No se sabe por qué razón, pero casi todas las películas acaban teniendo una historia de amor. Da igual que ésta no encaje en la trama ni con Loctite 3 Super Concentrado desarrollado por la NASA para ensamblar las piezas de una nave que tiene que viajar fuera de la Vía Láctea. Ahí está el dichoso romance que desbarata toda la esencia de la película. ¿Pero por qué una película de atracadores de los años 30 se convierte en un melodrama sentimental? Supongo que intentarán captar al público femenino, porque sino no encuentro otra razón...


El tercer problema es que la película se centra casi y exclusivamente en dos personajes: Dillinger y su persecutor, Melvin Purvis (interpretado por Cristian Bale). El espectador acaba hastiado de ver una y otra vez a Johny Deep en la pantalla. De primer plano se pasa a plano general, que vuelve a primer plano para luego meter un primerísimo primer plano. Así una y otra vez... Si la cámara desgastara, Johny Deep hubiera quedado reducido al tamaño de una pulga. El público acaba aburriéndose de su actuación y no desea otra cosa que lo cosas a balazos de una vez, porque parece no haber otra manera de que la tortura termine. Por su parte, el agente del FBI Melvin Purvis es el típico policía duro de todas las películas de acción. Su papel consiste en poner una y otra vez cara de incorruptible y de tío duro al que nada le afecta. Su encuentro frente a frente con su Némesis cuando logra detener a este en una parte de la película simplemente se podría haber ahorrado. Ver al impertérrito Deep delante de esta especie de muñeco de cera con pretensiones de actor simplemente resulta patético.

Por último, a la historia le sobra ambientación y le falta datos reales. El director se ha afanado en conseguir un realismo en la escena impresionante, con coches antiguos, trajes de la época, los fotógrafos con sus cámaras que necesitaban fósforo para iluminar las escenas… Todo impresionante. Sin embargo, al espectador no se le dice que coyuntura económica, social y política había en esos años. Se pierde una ocasión inmejorable de instruir un poco a la población. Si tan sólo veinte minutos de los que se emplean en que Deep salga en pantalla sólo para aburrir al público se usaran para aportar datos que ayudasen a los cinéfilos a comprender la historia de aquellos días hubiera salido como resultado una película mucho más aceptable. Sin embargo, al que vea esta película no le quedará mas remedio que acudir después a la enciclopedia más cercana para poder enterarse de la situación en aquellos años.

En resumen, una película con muchas pretensiones, pero que peca de ambición. Johny Deep hace que se salve un poco con su carisma innato y su expresión imperturbable, pero su sobreexposición a los focos hace que también acabe cayendo por llevar todo el peso de la trama. Una buena oportunidad perdida para mostrar al público lo difíciles que eran los años 30 en los convulsos Estados Unidos.

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